Entro en la habitación. Lo primero que percibo es el olor a pintura: mis ojos recorren la estancia en búsqueda del origen de ese aroma. Detecto una paleta de plástico transparente, con óleos de diferentes colores expuestos, ya secos por el paso de los días. Entiendo, por tanto, que a la persona que frecuenta este lugar le gusta el arte. Los tubos de las pinturas yacen desordenados y apiñados a los lados: el nombre me indica una marca cara. Intuyo, pues, que se gana más o menos bien la vida. Puedo observar que no solamente posee óleos: también acrílicos, gouache y lápices de colores, en cantidades numerosas. Sin duda, una amante del arte; sin embargo, no consigo hacerme con ninguna muestra de este interés, más allá de un pequeño lienzo a medio terminar.
Sigo observando. También de forma poco ordenada, se almacenan multitud de libros de diferentes temáticas: literatura romántica y fantástica, ensayos científicos, apuntes acerca de criminología, mapas… Algunos siguen un estricto orden alfabético o cronológico; otros, están colocados al azar. Más desorden.
En este espacio también percibo cierto interés por la informática o, mejor dicho, ofimática. Una impresora y un ordenador portátil bastante limpios. Entiendo que su propietario dedica cierto tiempo a su uso, debido al mimo con el que cuida estos objetos. El escritorio, además, se encuentra a rebosar de material de oficina: bolígrafos de todos los colores y grosores, gomas de diferentes tamaños, una grapadora y celo.
Frente al escritorio, también muy limpio y cuyo tamaño es tan grande que ocupa la mayor parte del espacio, se encuentra una ventana. La disposición del mueble, de cara a la luz, refuerza esa sensación de sensibilidad que ya anticipa todo el material artístico; el propietario, sin duda, utiliza las vistas y las imágenes que la vida cotidiana le ofrece para inspirarse. En contraposición, se ubica un armario, del mismo color pastel del escritorio. Parece que la moda no le suscita tanto interés. No puedo ver a través de los portones, pero adivino que su interior estará tan desordenado como la estancia que lo rodea.
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