top of page

Día 3. Sobre una espera

  • Cuentissimo
  • 19 mar
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 22 mar

Escribe sobre una espera.

Pocas veces me he visto tan embriagada de impaciencia como aquella vez en que tuve tenido prisa por descubrir mi destino. ¿Había logrado, por fin, superar satisfactoriamente las pruebas médicas? ¿Tendré alguna oportunidad?

La espera no duró ni tan solo una semana, pero fue la más larga de mi vida. El primer día lo sobrellevé muy bien: todavía me duraba el entusiasmo por haber disfrutado de una nueva fase, a la que nunca había llegado y que tanto prometía. Las horas se me pasaron volando, distraída por la evocación, una y otra vez y tanto silenciosa en mi mente como ruidosa a la hora de explicarlo a quienes tenían la paciencia e interés por escucharme, de los momentos que más me habían llamado la atención. 

La ilusión del primer día fue rápidamente sustituida por el miedo. El recelo fue abriéndose camino a pasos agigantados. ¿Por qué tardaban tanto en emitir un comunicado, cualquiera que fuese? ¿Habrían descubierto algo? ¿Sabrían “mi secretito”? No impedía en absoluto cumplir con mis funciones, pero tampoco había informado sobre ello. ¿Y si era porque mi capacidad auditiva no era satisfactoria? No quise compartir estas sospechas con nadie; a esas alturas, la paranoia (por si me escuchaban, por si me espiaban, por si me leían) era ridículamente excesiva. Pero las horas ya no pasaban tan rápido, ahora cada minuto hacía gala de sus buenos sesenta segundos. Y es que esos segundos habían perdido por completo su integridad y, muy crueles, habían decidido repanchingarse.

Acostumbrada a la era digital y a tenerlo todo al alcance de mi móvil, acabó este sucumbiendo a la falta de energía y, harto y desgastado, se quedó sin batería. ¡No podía ser! Mi desesperación por controlar la hora, por ser la primerísima en conocer unos resultados que darían o no la bienvenida a mi futuro, me hizo verme corriendo calle abajo y arriba en búsqueda de cualquier cable que proveyese de algo de electricidad a mi teléfono. Me daba igual si era de menos o más calidad: a esas alturas, la salud de mi dispositivo era una cuestión completamente secundaria. En cambio, no lo era mi creciente ansiedad, que no iba a permitirme albergar la suficiente paciencia como para aguardar hasta el fin de mi jornada laboral y, por consiguiente, todo el largo trayecto de vuelta a casa para hacer una tonta consulta.

Pero esa hazaña no tuvo el más mínimo efecto: no aparecieron los resultados en toda la tarde. Y yo, cada vez más nerviosa, desafiando todos los “y si” que fueron brotando por mi mente, hasta los más estúpidos: ¿y si han descubierto sustancias en mi organismo (jamás me he drogado)? ¿Y si tengo diabetes (no consumo apenas azúcar)? ¿O colesterol? Mi obsesión era tal que acabé llorando toda la noche, creyendo que no me querían en su equipo pero no sabían cómo decírmelo.

El tercer día no pude más y, antes de llegar a la tienda donde en ese momento trabajaba, decidí enviar un mensaje al encargado de mi proceso. Pregunté si algo había ido mal, pero no me esperaba que me respondiera con una sencilla palabra: “Enhorabuena”. 

De repente, todos mis temores y tonterías desaparecieron.

Entradas recientes

Ver todo
Día 2. Mi color favorito

Escribe una lista de tus colores favoritos y los recuerdos que te traen. Mi color favorito siempre ha sido el rojo. Siempre. Hasta allá...

 
 
 
Día 1. Oda al tiempo

Escribe un texto que se titule "Tiempo" El tiempo es la más imprevisible de las dimensiones. No intentes conocerlo: su sino es la...

 
 
 

Comments


bottom of page